miércoles, 10 de febrero de 2010

EL CLAVO EN LA PARED.

Alguna vez intenté poner un cuadro en él, pero me resultó incómodo, además, ¿para qué poner un cuadro si aquéllos que me gustaban eran demasiado caros y los que estaban a mi alcance, no iban acorde al estilo de mi habitación?.
Lo intenté utilizar como perchero, colgando en él abrigos y sombreros, pero al no ser lo suficientemente largo, en un momento, mis prendas estaban en el suelo.
Ese clavo me molestaba, invadía mi privacidad, siempre presente, mas, ¿qué podía hacer?.
Si acaso, en un ataque se me ocurría arrancarlo del concreto, no podría vivir en paz; dejaría inmersa su precencia en un hoyo que desde el centro de mi habitación, me atormentaría cada noche: asesina, asesina. Yo no podría vivir con eso.
¿Qué puedo hacer?. Nada.
Aveces, cuado no tienes alternativa, es preferible hacer las paces.
Creo que finalmente no es tan malo, digo, se ve un poco oxidado pero no parece malo.
Tal vez la solución sea una repisa, sí, creo que es una repisa, y ahí colocaré mi diario y esos difíciles libros de matemáticas, y de este modo tendrá que cargar con mis problemas, y lo soportaré en tanto él me soporte.